No pensé que decir adiós fuera a serme tan complicado, ha sido triste, ni hablar... tengo que aceptar que viviré el proceso de duelo.
Busqué el cambio y me siento genial, es otro mundo, otra vida, otras alternativas, otro estilo de vida, me gusta.
Pero el domingo que fuimos a entregar las llaves, ¡oh! ¡oh!. Dejar ese depa me ha dolido mucho, he tirado lagrimitas de nostalgia. Me parece que algo de apego todavía queda, por los momentos intensos y felices que ahí viví, por la gente que conocí, por tanta vegetación. Pero no era ya tiempo de seguir ahí, luché mucho por irme, por estrenar, por lograr ese cambio y no me arrepiento.
Aún me parece de sueño ¿realmente vivo donde estoy ahora? ¡SÍ! Tanta espera valió la pena. Pero el proceso de duelo es hoy y lo dejaré sentir hasta que sea sólo un bello recuerdo más de los que ahora tengo.
El mes de mayo fue de ir desalojando lo que quedaba en el viejo depa, de tirar, de renovar, de decidir qué iba a salir. Fue tan vertiginoso y he tenido tanto trabajo, que no me detuve a pensar que ese ya no era mi hogar. Hasta el viernes 27 de mayo, que salieron las últimas cosas (más bien seres,las pantas hermosas)y que quedó limpio el depa fue que caí en la cuenta que ese era el final, cerrar ese ciclo y se me estrujaron las entrañas, de verdad, ese nudo en la garganta y los recuerdos agolpados en mi cabeza: mi familia compartiendo la mesa y los buenos momentos, los días de entre semana que mi tío llegaba a quedarse, mi nene pequeño, los perros que vivieron con nosotros, la música, las reuniones, el café de las tardes con mi querida amiga Chelita, los domingos de cine y de tianguis en la prepa; las tardes caminando y platicando mientras Rex nos hacía compañía, corría y jugaba o se nos daba a la fuga porque allá podía andar suelto sin correa.
Ni hablar, tantos años no se sueltan como si nada. Y van los primeros pasos, ya estoy en proceso de sanación.
Seguiré reportando.
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